Bernardo Alberte fue un peronista de la primera hora, un hombre de la mayor confianza de Perón que se transformó en una pieza clave de la resistencia peronista durante los 18 años que duró la proscripción. Era teniente coronel retirado, y en esa condición había realizado gestiones ante el Ejército para salvar la vida del hijo de un amigo suyo, que había sido desaparecido.
El 24 de marzo de 1976 a las dos de la mañana efectivos militares y de la Policía Federal ingresaron violentamente en el departamento del teniente coronel (R) Bernardo ALBERTE.El militar fue tirado al vacío desde el sexto piso y, mientras el cuerpo destrozado yacía sobre el pavimento, la patota se dedicó a saquear la vivienda y a apropiarse de documentos calificados por la familia como "muy valiosos".
El cadáver de Alberte fue llevado en ambulancia del Ejército al Hospital Militar Central.
Bernardo Alberte había sido delegado personal de PERON y secretario general del Movimiento Nacional Justicialista en 1967. El 24 de marzo de 1976, horas antes del golpe militar remitió una nota al teniente general VIDELA que a continuación se transcribe en sus párrafos más significativos.
Carta de Alberte al Gral. Videla el 23 de marzo de 1976
"Al Sr. Teniente General D. Jorge Rafael Videla, Comandante General del Ejército. SD".
"Me dirijo a Ud. a los efectos de informar lo siguiente:
1. El día 20-III-76 a las 20 horas un grupo armado intentó secuestrarme en mis oficinas de la calle Rivadavia 764 1°, con el aparente propósito de asesinarme. Acababa de retirarme de lugar elegido por esa banda armada unos minutos antes, lo que me permitió observar el operativo desde la calle, así como el gran despliegue de elementos materiales y humanos utilizados.
2. La observación personal de los hechos me permite asegurar a Ud. que se trataba de efectivos de seguridad, que luego de detener a tres personas que se encontraban en las citadas oficinas, esposarlas, vendarles los ojos y cargarlas en los vehículos, se desplazaron velozmente por la calle Rivadavia hacia el Oeste, sin poder seguirlos por no disponer de vehículo propio en ese momento. El desplazamiento se produjo con los acostumbrados toques de sirena de los vehículos policiales.
3. El día anterior en un operativo vinculado con el ya descripto fue secuestrado, y luego asesinado, el joven peronista Máximo Augusto Altieri.
4. En las citadas oficinas desarrollo actividades políticas vinculadas al Movimiento Peronista, formando parte de la Corriente Peronista "26 de Julio" cuyo ideario surge de la documentación que adjunto.
5. La presente denuncia formal y escrita la presento en esta oportunidad luego de haberse agotado todos los medios para averiguar el paradero del joven Altieri, lo que conseguí, pero muerto el día sábado 20, después de gestiones infructuosas realizadas en ese Comando General; en el Ministerio del Interior, y a través de vinculaciones personales con camaradas relacionados con los Servicios de Informaciones.
6. La búsqueda personal realizada junto a su padre fue facilitada por compañeros peronistas de la Municipalidad de Avellaneda y por personal policial de la Comisaría de esa ciudad, lo que me permitió hallarlo acribillado a balazos en la morgue del cementerio de Avellaneda, sin identificar, en avanzado estado de descomposición, con el vientre abierto y con las vísceras al aire. El cadáver era un simple NN, a los cuatro días de haber sido encontrado por la policía de Tristán Suárez, en su jurisdicción, habiendo fallado en él, el método eficaz y habitual de identificación sin causa justificada.
7. Es muy probable que si no hubiera mediado la decisión de encontrarlo y la colaboración de personal descripto hubiera desaparecido toda posibilidad de que sus familiares ejercieran el derecho de darle sepultura cristiana (...)
Sin duda avanzamos hacia un enfrentamiento hacia el que se nos quiere llevar gradualmente con falsas opciones y manejando falsos valores, y alarma observar la ligereza y hasta la irresponsabilidad con que ciertas personas y ciertos sectores que tienen poder, poder transitorio, alientan el enfrentamiento con hechos o con palabras.Y apuntando con este concepto a nuestros camaradas de las FF.AA, inquieta escucharlos en sus discursos fúnebres, por ejemplo, cuando ante sus muertos pareciera que quieren superar con palabras posturas que deben asumir, con hechos silenciosos y positivos.
Yo también tengo esa experiencia de discursos fúnebres. Hablo en homenajes ante nuestros obreros y militares muertos y también ante camaradas fusilados por otros camaradas y comprendo ahora que no alcanzan las palabras, ni los discursos, ni las oraciones fúnebres, ni las homilías de nuestros santos pastores de la Iglesia, para ocultar las causas que generan la violencia que está entre nosotros desde hace mucho tiempo.Reconozco que el que utiliza un muerto, su muerto, para desahogar su "bronca" por la injusticia de esa muerte, tiene derecho a hacerlo, pero si siguiéramos esa puja de exaltar a nuestros muertos, pregunto: ¿Quién tiene más derecho? Aquel que tuvo la oportunidad de asistirlo y, por lo menos, tocarlo aún caliente y desangrándose, o verlo recién "acicalado" por la funeraria, preparado para el homenaje y para transitar "limpio" hacia la gloria. O aquel que tiene que recogerlo sucio de un zanjón o de un pastizal, acribillado salvajemente, indefenso y maniatado, torturado y vendados sus ojos, en alto grado de descomposición, como dicen las autopsias, o como decimos nosotros, podrido y en condiciones de ser ya comido por gusanos (...)
Este es el destino de muchos de nuestros militantes y de nuestros obreros. ¿Puede algún coronel o algún general asumir alguna vez, con un discurso, una tragedia como ésta? Le ahorro la respuesta; no lo haga. Yo ya no lo hago más. No basta ni sirven las palabras para evitarla (...)¿Qué nos pasa a los argentinos cuando aceptamos clasificar a los muertos en "deseables" o "indeseables", cuando nos acostumbramos y hasta toleramos y propiciamos los excesos del poder, cuando renunciamos al debate y aceptamos que los detentores de ese poder puedan considerar que en todo caso sus excesos puedan encuadrarse jurídicamente en figuras como "excesos de defensa" u otros inventos, cuando negamos por boca de generales de la Nación la democracia, con el argumento de que se podría propiciar un "gobierno ateo, materialista y totalitario? (...)
Nosotros no consideramos a las FFAA como una institución poseedora de valores inmutables, sino como una institución humana que actúa para bien o para mal, de acuerdo a los hombres que circunstancialmente las dirigen. No son mejores ni peores que los hombres que la componen, y por consiguiente, no existe la continuidad histórica que iguala a los militares a través del tiempo con un mismo sello de excelencia, desinterés o patriotismo; tampoco el mérito de una época alcanza a los protagonistas de otra, salvo que la revaliden con su propia conducta. Y lo mismo en lo que atañe a conductas infamantes. Los méritos de San Martín no apañan a Quarante, ni Fernández Suárez infama a Belgrano o Dorrego o a Güemes. Podemos admirar al Almte. Brown y negar al mismo tiempo a Rojas y a Benigno Varela. Podemos sentirnos deudores y herederos de tantos milicos que regaron con su sangre el suelo de América y de la Patria y no por ello atenuar nuestro juicio sobre los oficiales cómplices, ejecutores y consentidores de vejámenes y torturas" (...)
Es que los argentinos tenemos una ingrata experiencia acumulada en este siglo. Cuando con el argumento siempre esgrimido y ahora repetido, de la necesidad de defender "un estilo de vida", nuestro estilo de vida, el Ejército protagonizó como represor la historia de la "Patagonia Trágica" y los obreros hicieron como mártires; cuando desde aviones navales con tripulación también de políticos se bombardeó al pueblo en la Plaza de Mayo; cuando se fusiló en la Penitenciaría Nacional, en José León Suárez y en Campo de Mayo, cuando se fusiló en Trelew, cuando militares intervinieron en la profanación del cadáver de Evita, cuando el Ejército en un gran operativo pretendió impedir el reencuentro del pueblo con su líder, cuando representantes de las tres armas concurren a convocatorias de los más representativo de las empresas "líderes" y lo más rancio de los terratenientes y ganaderos, para considerar la situación económica nacional y formular críticas al gobierno sin asumir las propias, etc., la preocupación se apodera de los sectores populares, especialmente cuando se anuncia que el Ejército intervendrá contra la subversión en las fábricas, lugar de trabajo de nuestros obreros y nada dice de hacerlo en las empresas, lugar de expoliación del país y el patrimonio nacional.
La situación es seria y también dramática, no solo para los trabajadores sino también para las propias FF.AA, impulsadas a avanzar en un terreno, donde por plano inclinado serán llevadas a sustituir a las policías de los ambientes fabriles, hasta ahora privadas, y a ser custodios de los intereses de una de las partes, precisamente la menos indicada para representar el interés general. (...)Si a ello agregamos que bandas armadas se desplazan por la Capital de la República y por los centros poblados, sin respuesta alguna de las fuerzas encargadas del orden y sin que las autoridades responsables (en este caso el jefe de la Policía Federal) tomen conocimiento, el problema es más grave, no porque supongamos que el general jefe de esa policía no quisiera impedirlo, sino porque no puede; los hechos y las cosas lo superan.
Si además, en las averiguaciones del paradero del joven Altieri y en otras realizadas, comprobamos que su caso no es el único, que las morgues renuevan diariamente sus depósitos de cadáveres acribillados y que los órganos de seguridad no se asombran, de ningún modo, sino que lo aceptan como común y como normal, comprendemos que el pesimismo sobre la verdadera y grave responsabilidad y misión de las fuerzas del orden se ha apoderado de ellas, en el mejor de los casos, pues hay otros en que se las puede suponer cómplices de esas matanzas.Si escuchamos decir a funcionarios policiales que el joven Altieri ha sido "ajusticiado", comprobamos a qué nivel llega el respeto por el concepto de la justicia, a cuyo servicio ellos deben estar.Todos estos hechos se han producido en el ámbito con el que ese Comando en Jefe se ha relacionado, por la función que ha asumido y es por ello que lo pongo en su conocimiento.
Solamente y como corolario de todo esto, corresponde hacer una última reflexión. Frente al concepto ya asentado de la inhabilidad de las FFAA para el ejercicio del poder político, experimentado en tres oportunidades en lo que va de este siglo, comienza a extenderse ya en la opinión pública el mismo concepto, pero en funciones que parecieran más específicas de esas fuerzas: las del mantenimiento del orden y de la seguridad de las personas a cuyo servicio se han puesto ya oficiales en actividad. (...)"
Teniente Cnel. (RE) Bernardo Alberte
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