Las Islas Malvinas nos pertenecen. Así lo dicta la geografía, la historia y el derecho internacional. La pretendida “autodeterminación” de la que presumen los “kelpers”, con el aval del Foreign Office, es un despropósito jurídico y político. Su finalidad no es otra cosa que su negativa a discutir la cuestión central que pasa por la consideración de la soberanía.
Ese nuevo curso que se considera posible y necesario realizar, sin dejar expresar en todos los foros internacionales nuestros históricos reclamos, pasa por instrumentar medidas concretas de represalias polìticas y económicas para obligar a los ingleses a considerar seriamente la soberanía de nuestras islas.
Los 649 muertos argentinos en las Islas merecen no solo nuestra memoria, sino hechos claros y políticas efectivas, que hagan que el recuerdo esté traducido en pensiones dignas (el gobierno del Pte. Néstor Kirchner avanzó mucho en este tema) tratamientos médicos físicos y psicológicos adecuados a todo veterano de guerra y el merecido reconocimiento público de todo el pueblo argentino con un desfile popular que se realice todos los 2 de abril en diferentes puntos de la Patria.
En un acto en la Universidad Nacional de Quilmes, organizado por el Centro de Estudiantes de Cs. Ss., el Presidente del Centro de Veteranos de Quilmes dijo en su discurso unas palabras con terrible visión de futuro y premonitorias de un presente marcado por la tragedia: “Los veteranos de Malvinas somos una especie de fauna en extinción, si siguen los suicidos como hasta ahora, de un veterano cada 20 días, llegará un momento en que no existiremos más”. Corría el año 1996 cuando fue este discurso y ya se habían suicidado 250 veteranos, uno cada 20 días como promedio, hoy, año 2008, esa cifra no disminuyó y ya son casi 450 los ex soldados que acabaron con sus vidas, lo que quiere decir que, si no hay soluciones urgentes, en el año 2021 no existirán físicamente más veteranos.
Malvinas forma parte inescindible del territorio argentino. En consecuencia no podemos tener relaciones diplomáticas y económicas normales con una Nación que sigue usurpando las islas históricamente. Nuestra causa es justa. Nuestra Constitución Nacional dice: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescindible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondiente, por ser parte del territorio nacional”.
“La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”.
Sería terrible para la memoria de nuestros caídos y de quienes combatieron y volvieron en la defensa de la soberanía nacional, mezclar la calaña de asesino que tenía el dictador, en ese momento presidente de facto, Leopoldo Fortunato Galtieri, con el coraje demostrado en combate - reconocido por el mismo enemigo inglés – de aquellos hombres de 18 años, que dieron ejemplo de valentía a muchos de sus superiores.
El justo reclamo de soberanía en las Islas Malvinas y el 2 de abril de 1982 no pueden mansillarse por el rédito político, que de esa acción, quisieron sacar los militares genocidas que dieron el golpe en 1976 y tuvieron que abandonar el poder en 1983. El hecho de fondo es que el pueblo argentino reafirmó definitivamente que Inglaterra y los EE.UU. eran los verdaderos enemigos, en ese momento representados por Margaret Tacher y por Ronald Reagan.
Ese nuevo curso que se considera posible y necesario realizar, sin dejar expresar en todos los foros internacionales nuestros históricos reclamos, pasa por instrumentar medidas concretas de represalias polìticas y económicas para obligar a los ingleses a considerar seriamente la soberanía de nuestras islas.
Los 649 muertos argentinos en las Islas merecen no solo nuestra memoria, sino hechos claros y políticas efectivas, que hagan que el recuerdo esté traducido en pensiones dignas (el gobierno del Pte. Néstor Kirchner avanzó mucho en este tema) tratamientos médicos físicos y psicológicos adecuados a todo veterano de guerra y el merecido reconocimiento público de todo el pueblo argentino con un desfile popular que se realice todos los 2 de abril en diferentes puntos de la Patria.
En un acto en la Universidad Nacional de Quilmes, organizado por el Centro de Estudiantes de Cs. Ss., el Presidente del Centro de Veteranos de Quilmes dijo en su discurso unas palabras con terrible visión de futuro y premonitorias de un presente marcado por la tragedia: “Los veteranos de Malvinas somos una especie de fauna en extinción, si siguen los suicidos como hasta ahora, de un veterano cada 20 días, llegará un momento en que no existiremos más”. Corría el año 1996 cuando fue este discurso y ya se habían suicidado 250 veteranos, uno cada 20 días como promedio, hoy, año 2008, esa cifra no disminuyó y ya son casi 450 los ex soldados que acabaron con sus vidas, lo que quiere decir que, si no hay soluciones urgentes, en el año 2021 no existirán físicamente más veteranos.
Malvinas forma parte inescindible del territorio argentino. En consecuencia no podemos tener relaciones diplomáticas y económicas normales con una Nación que sigue usurpando las islas históricamente. Nuestra causa es justa. Nuestra Constitución Nacional dice: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescindible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondiente, por ser parte del territorio nacional”.
“La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”.
Sería terrible para la memoria de nuestros caídos y de quienes combatieron y volvieron en la defensa de la soberanía nacional, mezclar la calaña de asesino que tenía el dictador, en ese momento presidente de facto, Leopoldo Fortunato Galtieri, con el coraje demostrado en combate - reconocido por el mismo enemigo inglés – de aquellos hombres de 18 años, que dieron ejemplo de valentía a muchos de sus superiores.
El justo reclamo de soberanía en las Islas Malvinas y el 2 de abril de 1982 no pueden mansillarse por el rédito político, que de esa acción, quisieron sacar los militares genocidas que dieron el golpe en 1976 y tuvieron que abandonar el poder en 1983. El hecho de fondo es que el pueblo argentino reafirmó definitivamente que Inglaterra y los EE.UU. eran los verdaderos enemigos, en ese momento representados por Margaret Tacher y por Ronald Reagan.
Algunos antecedentes históricos y jurídicos
Algunos historiadores señalan a Américo Vespucio en 1502, a Magallanes en 1520 o a su piloto desertor, Esteban Gómez, como los primeros navegantes que avistaron Malvinas. De acuerdo a un meticuloso estudio realizado por el norteamericano Julius Goebel (h) fueron los españoles los primeros que pisaron Malvinas, entre febrero y diciembre de 1540. Para el catedrático anglosajón Peter Beck el descubridor fue el holandés Sebald de Wert en 1600.
Lo concreto fue que el primer ocupante estable de las Islas fue el francés Jean Louis de Bougainville quien fundó Saint Louis (en la Isla que hoy se llama Soledad). Cabe recordar que ya en el año 1706 marinos franceses le habían dado a las Islas el nombre de Malouines pero que los españoles alteraron la denominación por Malvinas.
Pero más allá de quien haya sido el marinero que primero incursionara por Malvinas, los tratadistas internacionales afirman que “el descubrimiento sólo, no alcanza a conferir título... no tiene actualmente ninguna importancia jurídica...”.
Por otra parte desde 1493 a través de la bula papal Inter Cietera y del Tratado de Tordesillas, celebrado entre España y Portugal en 1494, el archipiélago estaba dentro de la jurisdicción de la Corona española.
Durante los siglos XVII y XVIII, cuya historia los ingleses no ignoran, era común en la política internacional que las grandes potencias de la época celebraran convenios o tratados que prohibían a las naves extranjeras incursionar en los mares de las metrópolis. Así, por ejemplo, Inglaterra no podía incursionar por el Atlántico Sur. En este orden un acuerdo significativo fue el Tratado de Amistad rubricado en Utrech en julio de 1713, donde se reafirmaba el dominio español sobre las Indias Occidentales y sobre toda la región que hoy usurpa Inglaterra. Para burlar dichos principios, la corona inglesa tenía a sus piratas. John Byron ocupó ilegalmente en 1765 la Gran Malvinas a la que llamó Port Egmont.
Ante tales atropellos España reaccionó con energía. Reclamó a Francia por la presencia de Bougainville -primer ocupante estable de las Islas- . Después de arduas negociaciones los franceses terminaron reconociendo la soberanía española sobre Malvinas. Con los ingleses fue otra cosa. Dado que las protestas verbales eran inconducentes, el rey español ordenó al gobernador del Río de la Plata que expulsase a los usurpadores anglosajones quienes capitularon en junio de 1770 y abandonaron Puerto Egmont. Para disimular la “ofensa al honor inglés” ambas naciones acordaron en 1771 en forma secreta que España “devolviese” Puerto Egmont al Reino Unido y este se retiraría definitivamente más tarde. Así lo hará en 1774, reconociéndose con ello la soberanía española sobre Malvinas.
Pero volvieron a la piratería en 1833
La historia reitera frecuentemente sus enseñanzas. “El derecho es la fuerza”. Lo sabía la corona española y lo ejemplificó el gobernador Bucarelli en 1770.
Es oportuno destacar que cuando los británicos usurparon las Islas en enero de 1833 había población argentina al punto tal que se quedaron con los 30.000 vacas que pertenecían al gobernador Vernet y que estaban al cuidado de la Colonia Criolla.
Sus habitantes fueron tomados prisioneros y desembarcados en Montevideo. Poco más tarde llegaron los primeros Kelpers que se asentaron sobre territorios confiscados a sus primitivos y legítimos ocupantes. Otro antecedente que ilustra que fuimos expulsados de Malvinas lo recuerda la rebelión del Gaucho Rivero en Agosto de 1833, secundado por criollos e indígenas argentinos. La resistencia culminó en enero de 1834. Durante el lapso del levantamiento de Rivero y sus hombres no flameó en las Islas la bandera inglesa.
Pasaron 148 años y nunca más, hasta abril de 1982, nuestro país recurrió al lenguaje drástico de las armas para reintegrar a su territorio las Islas irredentas. Desde la primer protesta diplomática, efectivizada en 1833 por Manuel Moreno hasta la actualidad, Argentina reclamó pacífica e ininterrumpidamente por sus derechos.
El embajador Abel Posse, recordando a Estanislao Zeballos puntualiza que la diplomacia argentina en relación a Malvinas fue una diplomacia desarmada pues careció de poder, dado que nunca consideró (salvo excepcionalmente) guiar su política exterior con el apotegma elemental de que “no hay negociaciones diplomática que no se haga desde posiciones de fuerza”, es decir, recurriendo, cuando es menester y posible hacerlo, al concepto de “sanciones” “represalias”, “presiones” en defensa del interés nacional.
Los resultados están a la vista. “para los ingleses, las Malvinas son el caso 242 en materia de prioridades de su política exterior”. A la usurpación colonialista le agregan la ironía para humillar aún más a los argentinos.
Es cierto que tanto en 1960 como en 1965 mediante las resoluciones de las Naciones Unidas 1514 y 2065 respectivamente, Argentina encontró el apoyo político en el ámbito internacional para plantear adecuadamente la cuestión de Malvinas.
Sin embargo, el Reino Unido, con el aval de las grandes potencias, ya sea con gobiernos conservadores o laboristas, siempre encontró la manera de evadir las decisiones de las Naciones Unidas. Hace uso y abuso de su condición de Imperio Colonialista.
En resumidas cuentas, Inglaterra ha ignorado olímpicamente todas las resoluciones de las Naciones Unidas, del Comité de Descolonización y de la Organización de Estados Americanos ( O.E.A) . Igualmente los EE.UU. convirtieron en papel mojado la Doctrina Monroe y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca ( TIAR) que determina la unidad de acción ante la mínima agresión de cualquier nación extra continental.
Durante 165 años, mientras Inglaterra agraviaba nuestra soberanía territorial, Argentina sólo supo enviar año tras año enjundiosas sus argumentaciones jurídicas e históricas que avalaban nuestros derechos sobre Malvinas, a la par que los británicos las archivaban sin dignarse siquiera acusar recibo. Tal era el desprecio que nos tenían.
Evidentemente se ha equivocado el camino. No se puede, como aconsejan nuestros diplomáticos, seguir “teniendo paciencia” y continuar enviando notas por otros 165 años, mientras mantienen usurpada su provincia irredenta con ciudadanos ingleses que roban nuestras riquezas bajo la protección de un poderoso y sofisticado ejército de ocupación.
El 26 de agosto de 1833, Antonio RIVERO, gaucho entrerriano, se puso al frente de dos criollos y 5 indios, tomando la Comandancia y dando muerte a Brisbane, Dickson, Simon y otros extranjeros.
Enarbolaron la Bandera Argentina y tomaron el control de la población, sin molestar a nadie más. Así se mantuvieron durante cinco meses, habiendo recuperado la posesión de las Islas. Confiaban que desde Buenos Aires llegara una Expedición que los auxiliara.
El 7 de enero de 1834 llega la Fragata Inglesa Challenger que trae al Teniente Henry Smith, quien venía a establecerse como Gobernador nombrado por la Corona Británica.
El teniente arría el Pabellón Argentino y persigue por dos meses a Rivero y a sus hombres quienes son capturados el 18 de marzo y son enviados prisioneros a Inglaterra en donde fueron juzgados. Curiosamente el Tribunal que arrastró engrillados a los 8 argentinos, no encontró méritos para condenarlos, devolviéndolos a su Patria.
El Gaucho indómito, quizás con ideas primarias, pero conocedor de la verdad y patriota convencido, hizo que por 5 meses en las Malvinas flameara la Bandera que correspondía.
Algunos historiadores señalan a Américo Vespucio en 1502, a Magallanes en 1520 o a su piloto desertor, Esteban Gómez, como los primeros navegantes que avistaron Malvinas. De acuerdo a un meticuloso estudio realizado por el norteamericano Julius Goebel (h) fueron los españoles los primeros que pisaron Malvinas, entre febrero y diciembre de 1540. Para el catedrático anglosajón Peter Beck el descubridor fue el holandés Sebald de Wert en 1600.
Lo concreto fue que el primer ocupante estable de las Islas fue el francés Jean Louis de Bougainville quien fundó Saint Louis (en la Isla que hoy se llama Soledad). Cabe recordar que ya en el año 1706 marinos franceses le habían dado a las Islas el nombre de Malouines pero que los españoles alteraron la denominación por Malvinas.
Pero más allá de quien haya sido el marinero que primero incursionara por Malvinas, los tratadistas internacionales afirman que “el descubrimiento sólo, no alcanza a conferir título... no tiene actualmente ninguna importancia jurídica...”.
Por otra parte desde 1493 a través de la bula papal Inter Cietera y del Tratado de Tordesillas, celebrado entre España y Portugal en 1494, el archipiélago estaba dentro de la jurisdicción de la Corona española.
Durante los siglos XVII y XVIII, cuya historia los ingleses no ignoran, era común en la política internacional que las grandes potencias de la época celebraran convenios o tratados que prohibían a las naves extranjeras incursionar en los mares de las metrópolis. Así, por ejemplo, Inglaterra no podía incursionar por el Atlántico Sur. En este orden un acuerdo significativo fue el Tratado de Amistad rubricado en Utrech en julio de 1713, donde se reafirmaba el dominio español sobre las Indias Occidentales y sobre toda la región que hoy usurpa Inglaterra. Para burlar dichos principios, la corona inglesa tenía a sus piratas. John Byron ocupó ilegalmente en 1765 la Gran Malvinas a la que llamó Port Egmont.
Ante tales atropellos España reaccionó con energía. Reclamó a Francia por la presencia de Bougainville -primer ocupante estable de las Islas- . Después de arduas negociaciones los franceses terminaron reconociendo la soberanía española sobre Malvinas. Con los ingleses fue otra cosa. Dado que las protestas verbales eran inconducentes, el rey español ordenó al gobernador del Río de la Plata que expulsase a los usurpadores anglosajones quienes capitularon en junio de 1770 y abandonaron Puerto Egmont. Para disimular la “ofensa al honor inglés” ambas naciones acordaron en 1771 en forma secreta que España “devolviese” Puerto Egmont al Reino Unido y este se retiraría definitivamente más tarde. Así lo hará en 1774, reconociéndose con ello la soberanía española sobre Malvinas.
Pero volvieron a la piratería en 1833
La historia reitera frecuentemente sus enseñanzas. “El derecho es la fuerza”. Lo sabía la corona española y lo ejemplificó el gobernador Bucarelli en 1770.
Es oportuno destacar que cuando los británicos usurparon las Islas en enero de 1833 había población argentina al punto tal que se quedaron con los 30.000 vacas que pertenecían al gobernador Vernet y que estaban al cuidado de la Colonia Criolla.
Sus habitantes fueron tomados prisioneros y desembarcados en Montevideo. Poco más tarde llegaron los primeros Kelpers que se asentaron sobre territorios confiscados a sus primitivos y legítimos ocupantes. Otro antecedente que ilustra que fuimos expulsados de Malvinas lo recuerda la rebelión del Gaucho Rivero en Agosto de 1833, secundado por criollos e indígenas argentinos. La resistencia culminó en enero de 1834. Durante el lapso del levantamiento de Rivero y sus hombres no flameó en las Islas la bandera inglesa.
Pasaron 148 años y nunca más, hasta abril de 1982, nuestro país recurrió al lenguaje drástico de las armas para reintegrar a su territorio las Islas irredentas. Desde la primer protesta diplomática, efectivizada en 1833 por Manuel Moreno hasta la actualidad, Argentina reclamó pacífica e ininterrumpidamente por sus derechos.
El embajador Abel Posse, recordando a Estanislao Zeballos puntualiza que la diplomacia argentina en relación a Malvinas fue una diplomacia desarmada pues careció de poder, dado que nunca consideró (salvo excepcionalmente) guiar su política exterior con el apotegma elemental de que “no hay negociaciones diplomática que no se haga desde posiciones de fuerza”, es decir, recurriendo, cuando es menester y posible hacerlo, al concepto de “sanciones” “represalias”, “presiones” en defensa del interés nacional.
Los resultados están a la vista. “para los ingleses, las Malvinas son el caso 242 en materia de prioridades de su política exterior”. A la usurpación colonialista le agregan la ironía para humillar aún más a los argentinos.
Es cierto que tanto en 1960 como en 1965 mediante las resoluciones de las Naciones Unidas 1514 y 2065 respectivamente, Argentina encontró el apoyo político en el ámbito internacional para plantear adecuadamente la cuestión de Malvinas.
Sin embargo, el Reino Unido, con el aval de las grandes potencias, ya sea con gobiernos conservadores o laboristas, siempre encontró la manera de evadir las decisiones de las Naciones Unidas. Hace uso y abuso de su condición de Imperio Colonialista.
En resumidas cuentas, Inglaterra ha ignorado olímpicamente todas las resoluciones de las Naciones Unidas, del Comité de Descolonización y de la Organización de Estados Americanos ( O.E.A) . Igualmente los EE.UU. convirtieron en papel mojado la Doctrina Monroe y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca ( TIAR) que determina la unidad de acción ante la mínima agresión de cualquier nación extra continental.
Durante 165 años, mientras Inglaterra agraviaba nuestra soberanía territorial, Argentina sólo supo enviar año tras año enjundiosas sus argumentaciones jurídicas e históricas que avalaban nuestros derechos sobre Malvinas, a la par que los británicos las archivaban sin dignarse siquiera acusar recibo. Tal era el desprecio que nos tenían.
Evidentemente se ha equivocado el camino. No se puede, como aconsejan nuestros diplomáticos, seguir “teniendo paciencia” y continuar enviando notas por otros 165 años, mientras mantienen usurpada su provincia irredenta con ciudadanos ingleses que roban nuestras riquezas bajo la protección de un poderoso y sofisticado ejército de ocupación.
El 26 de agosto de 1833, Antonio RIVERO, gaucho entrerriano, se puso al frente de dos criollos y 5 indios, tomando la Comandancia y dando muerte a Brisbane, Dickson, Simon y otros extranjeros.
Enarbolaron la Bandera Argentina y tomaron el control de la población, sin molestar a nadie más. Así se mantuvieron durante cinco meses, habiendo recuperado la posesión de las Islas. Confiaban que desde Buenos Aires llegara una Expedición que los auxiliara.
El 7 de enero de 1834 llega la Fragata Inglesa Challenger que trae al Teniente Henry Smith, quien venía a establecerse como Gobernador nombrado por la Corona Británica.
El teniente arría el Pabellón Argentino y persigue por dos meses a Rivero y a sus hombres quienes son capturados el 18 de marzo y son enviados prisioneros a Inglaterra en donde fueron juzgados. Curiosamente el Tribunal que arrastró engrillados a los 8 argentinos, no encontró méritos para condenarlos, devolviéndolos a su Patria.
El Gaucho indómito, quizás con ideas primarias, pero conocedor de la verdad y patriota convencido, hizo que por 5 meses en las Malvinas flameara la Bandera que correspondía.
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