9 de junio de 2008

La dignidad de un General: Juan José Valle

El 9 de junio de 1956 representa una fecha testigo de lo que fue capaz el terrorismo de estado. Fueron 34 muertos, de los cuales sólo 7 cayeron en combate. El resto fue fusilado sin mediar juicio alguno. El general Pedro Eugenio Aramburu era Presidente de Facto y el almirante Isaac Rojas vicepresidente.

Una “Junta Consultiva Nacional” presidida por Rojas se encargó de asesorar al Ejecutivo, estuvo integrada, entre otros, por Oscar Alende, Américo Ghioldi, Miguel Angel Zabala Ortiz, Alicia Moreau de Justo, Nicolás Repetto, Julio Noble, Luciano Molinas, Juan Gauna y Reynaldo Pastor. El revanchismo contra el pueblo peronista no tenía límites. En los barcos transformados en cárceles, un grupo de argentinos juramentaba gestar un movimiento revolucionario que tenía como objetivo rector devolver las soberanía al pueblo.

La proclama revolucionaria afirmaba que se actuaría “sin odios ni rencores, sin deseos de venganza ni discriminaciones entre hermanos” para el logro de “la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria, en una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Pero la infiltración de los servicios ya ha controlado la situación, por lo cual las acciones comenzadas son mínimas y desafortunadas. El 9 de junio de 1956 se produce el levantamiento que a poco es sofocado, “así se explica –dice el general Juan José Valle, líder de este intento- que nos esperaran en los cuarteles apuntándonos con las ametralladoras”.

A la medianoche del 9 de junio, la “fusiladora” impuso el estado de sitio y expresamente autorizó a sus fuerzas de seguridad a ejecutar sumariamente a cualquier individuo que fuera sorprendido en actos que perturbaran la paz.
Los rebeldes arrestados en Avellaneda fueron conducidos uno por uno frente a un pelotón. El capitán de la marina Salvador Ambroggio ordenó fusilar, tras una parodia de juicio sumario, al teniente coronel José A. Yrigoyen, al capitán José M. Costales y a los civiles Dante Lugo, Osvaldo Albedro, Clemente y Norberto Ross, este último menor de edad. En la Escuela de Mecánica de la Armada, se recibe la orden de fusilar y el general Arandía lo hace: mueren asesinados los suboficiales Hugo Quiroga, Miguel A. Paolini, Ernesto Garecca y José M. Rodríguez.

En los basurales de José León Suárez son ejecutados Carlos Alberto Lisaso, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Mario Brion y Vicente Rodríguez. El general Valle, que estaba oculto, decide entregarse para que concluya el festín de sangre. “Se acabó la leche de la clemencia. Ahora todos saben que nadie intentará, sin riesgo de vida, alterar el orden porque es impedir la vuelta a la democracia. Parece que es materia política, los argentinos necesitan aprender que la letra con sangre entra...”, decía por entonces el socialista Américo Ghioldi, apodado “Norteamérico” por ser habitué de la embajada estadounidense.
En la carta que sigue se puede ver la dignidad con mayúsculas del General Juan José Valle quien le escribe al cobarde de Aramburu:

Carta del General Juan José Valle a Aramburu

"Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego friamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos esperaran en los cuarteles apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí, bastaba. Pero no, han querido escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas en los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí está inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes, me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, ¡hasta ellas!, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos.Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años, sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones. La palabra "monstruos" brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclamada radial comenzó por exigir respecto a las instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos ni un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95 por ciento de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningun hombre ni de ningún partido. Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro pueblo. Todo el mundo sabe que la crueldad la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para liberarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por ese método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios, quien murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y, como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos, no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conocerá algún día esta carta y la proclama revolucionaria, en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con las que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la Patria".


Juan José Valle

(Otra nota del Gral. Valle, buscar en este blog nota “Un General de la Nación: Juan José Valle”del día 8/11/07)

3 comentarios:

xcult dijo...

raimundo
llegue de casualidad al blog
y encontre que compartiamos mas de una cosa,racing,eva,las idas y vueltas del peronismo, la soledad del área.
soy docente universitario en el IUNA y llegue a traves de la frase de brecht sobre el analfabeto político.
me gustaría saber si conocés la fuente. me gustaria leer un poco mas en donde se inscribe ese texto.
un saludo, y quizas nos estemos cruzando sin saberlo, en las inmediaciones del cilindro.
SALUDOS Y GRACIAS POR EL BLOG
PABLO "CARUSO" LIMARZI

Rai dijo...

Estimado Pablo, supongo que el encomillado de Caruso es por nuestro salvavidas hecho técnico, la verdad que cayó justo y es probable que nos crucemos, aún sin conocernos, ya que tengo abono y no falto un partido. Con respecto a lo de Bretch no sabría decirte exactamente donde está ese texto, a mi me lo pasaron en una campaña que hicimos y me pareció bueno, especialmente para aquellos que se quejan de todo pero nunca proponen nada ni se meten en la comisión de una sociedad de fomento, son los que formán parte de la máquina de impedir y criticar pero no propones un ápice de nada.
Un fuerte abrazo peronista y racinguista. Raimundo.

La ciudad es tuya dijo...

Me permito sumar este poema de Jose Gobello que bien relata la impiedad de Aramburu que esa noche pidió no ser despertado por cuanto sabia que la mujer de Valle acudiría a pedir clemencia. El poema dice así:
El Presidente Duerme...



Por José Gobello

La noche yace muda como un ajusticiado,

Más allá del silencio nuevos silencios crecen,

Cien pupilas recelan las sombras de la sombra,

Velan las bayonetas y el presidente duerme.



Muchachos ateridos desbrozan la maleza

Para que sea más duro el lecho de la muerte...

En sábanas de hilo, con piyama de seda

El presidente duerme.



La luna se ha escondido de frío o de vergüenza,

Ya sobre los gatillos los dedos se estremecen,

Una esperanza absurda se aferra a los teléfonos,

Y el presidente duerme.



El llanto se desató frente a las altas botas.

Calle mujer, no sea que el llanto lo despierte.

Sólo vengo a pedirle la vida de mi esposo.

¡El presidente duerme!



Reflectores desgarran el seno de la noche,

El terraplén se apresto a sostener la muerte,

El pueblo se desvelo de angustia y de impotencia

Y el presidente duerme.



De cara hacia la noche sin límites del campo,

Las manos a la espalda, se yerguen los valientes,

Los laureles se asombran en las selvas lejanas

Y el presidente duerme.



Tras de las bocas mudas laten hondos clamores...

con su deber y que ninguno tiemble

De frío ni de miedo!

En una alcoba tibio

El presidente duerme.



Viva la patria! Y luego los dedos temblorosos,

Un sargento que llora, soldados que obedecen,

Veinticuatro balazos horadando el silencio...

Y el presidente duerme.



Acres rosas de sangre florecen en los pechos,

El rocío mitigo las heridas aleves,

Seis hombres caen de bruces sobre la tierra helada

Y el presidente duerme.



¡Silencio! ¡Que ninguno levante una protesta!

¡Que cese todo llanto! ¡Que nadie se lamente!

Un silencio compacto se adueño de la noche.

Y el presidente duerme.



¡ Oh, callan, callan todos! Callan los camaradas...

Callan los estadistas, los prelados, los jueces...

El Pueblo ensangrentado se trago las palabras

Y el presidente duerme.



El Pueblo yace mudo como un ajusticiado,

Pero, bajo el silencio, nuevos rencores crecen.

Hay ojos desvelados que acechan en la sombra

Y el presidente duerme